martes, 21 de julio de 2015

Heima es hogar en islandés


¡Hey! ¿Cómo lleváis el verano? Yo en la playa sin Internet, y con un número de amigos que asciende a cuatro (aclaración rápida: tienen páginas y los he traído en una mochila).

Hoy vengo con la reseña de un libro que me terminé en junio, y que tardé más de un mes en leer. No porque no me gustara ni porque se me hiciera lento, sino porque he tenido un montón de interrupciones. Primero me fui a Roma, y se me olvidó meterlo en la maleta, luego llegaron los trimestrales, y luego los finales, y aunque a veces dejaba de estudiar y leía un poco, me sentía culpable y volvía a los apuntes. No fue hasta que nos dieron las vacaciones cuando pude ponerme de verdad a leer y terminarlo. 


Autor/a: Laia Soler
Precio:  15,90 euros
Saga:  Ninguna
Editorial: Plataforma Neo
Nº de páginas: 353


ARGUMENTO (de la contraportada)


¿Puede estar tu hogar a miles de kilómetros de casa?

Ver la vida en blanco y negro no es divertido. 


Laura padece una extraña enfermedad que le impide apreciar los colores, pero si últimamente su vida es gris no es solo porque sufre acromatopsia. Acaba de romper con su novio, y sus padres no dejan de pelearse tras el divorcio. Por eso, decide alejarse de todo y toma el primer avión que sale del aeropuerto. 

El destino la lleva hasta Reikiavik, Islandia. Allí conoce al simpático Orri, quien le propone emprender un viaje para recorrer el país con él y su no tan simpático amigo Guðjon. 
Quizá no sea una idea sensata, pero no es que Islandia ofrezca muchas opciones a una chica que se ha escapado de casa. 
Lo que Laura nunca podría sospechar es que los dos islandeses esconden un secreto imposible de creer, incluso para alguien como ella, y que ese viaje la cambiará para siempre. 


ARGUMENTO (hecho por mí)


Tras romper con un novio que la maltrataba psicológicamente, Laura se da cuenta de que necesita espacio. Su vida está un poco patas arriba, y huir parece la única solución. No tiene ningún destino en mente, de manera que deja que el azar elija. Acaba en Reikiavik, capital de Islandia, sin nada más que hacer que andar por las mismas calles y darse duchas con olor a huevos podridos. 

Es entonces cuando entra en escena Orri, un islandés que intenta ligar con ella en un restaurante. No le sale demasiado bien, y a Laura la técnica le parece de lo más cutre, pero dará lugar a algo mucho mayor. Cuando Orri le ofrece dar una vuelta a la isla con él y su amigo John, Laura, que no sabe qué más puede hacer en Reikiavik, acepta. 

Se montan en el coche y parten. Quizá no lleguen a contarse ninguno, pero el maletero está lleno de secretos (literalmente. De verdad, los secretos están en el maletero xD).


















OPINIÓN PERSONAL

Creo que este es el libro más difícil de reseñar que he leído, porque no puedo decir casi nada sin destripar toda la historia. Está lleno de sorpresas, y me temo que, aunque no sea intencionadamente, podría acabar desvelando alguna. Intentaré no hacerlo...


Para empezar os plantearé una pregunta que me lleva persiguiendo desde que compré el libro...¿Cómo escribía la autora la ð? Para poder ponerla aquí, he tenido que irme a Internet, copiar y pegar. Y, como dudo mucho que Laia Soler copiara y pegara todo el rato (que, oye, quizá ese fuera el truco), ahora me encantaría saber qué teclado compró cómo lo hacía. Vale, es una tontería, pero me pica la curiosidad. 

Ya habiendo dicho esto, empecemos a comentar el libro. 


El comienzo de la novela me gustó mucho. La autora no pierde el tiempo, y nos explica la enfermedad de Laura (acromatopsia), que solo le permite ver en blanco y negro. Me gustó que la autora fuera directa al grano, porque hay escritores que llenan muchos capítulos de párrafos sin contenido, y dan demasiadas vueltas para explicar algo que, al final, no es para tanto. 


Lo malo de las decisiones es que pocas veces llegas a saber qué te esperaba al final del camino que descartaste.



Las páginas fueron pasando rápidamente, y casi sin darme cuenta ya estaba en Islandia. En este punto, el libro se volvió demasiado descriptivo. Cuando leo un libro, me gusta imaginar dónde están los personajes, qué hay a su alrededor. Del mismo modo, me gustaba poder imaginar Reikiavik, los sitios por los que pasaba la protagonista y qué veía, pero llegó un punto en que parecía (y sin ningún ánimo de ofender a la autora, puesto que el libro me ha encantado) una guía de viajes. La clase de libro que me llevaría a Islandia para saber los lugares que debo visitar y que mejor representan el país. Quizá exagere, pero esa fue mi impresión. No era capaz de decidir si las fotos estaban para acompañar el texto o si, por el contrario, el texto era una mera descripción de la foto. Tampoco podía entender que dejar a un novio o ver a los padres peleándose fuera motivo suficiente para hacer las maletas y largarse. Simplemente, no me parecía para tanto. 

Por suerte, a medida que seguía leyendo, conseguía entender a Laura un poco mejor, y aunque seguía sin parecerme que un viaje fuera a solucionar las cosas, comprendí que necesitara un poco de tiempo. 

A mí nadie me conquistaba. Ni que fuera un puñado de tierras abandonadas en manos de un señor feudal.


En cuanto a las descripciones, se me hicieron mucho menos pesadas desde que Laura salió de Reikiavik. El número descendió un poquito, y dio lugar a una historia totalmente inesperada. 





Cuando compré el libro, esperaba amor, aventura, amistad, y, tal y como prometía la contraportada, un secreto. De hecho, empecé a pensar, y se me ocurrió que el secreto que compartían Orri y John era que eran pareja. Lo que me encontré no era para nada lo que había imaginado. Laia Soler introduce la fantasía de una forma tan sutil que hasta consigue convencerte de que lo que los chicos hacen se puede hacer de verdad (imagen mental: yo plantándome en la playa con un bote).  
He leído muchos libros de fantasía en mi vida, pero nunca uno como este. No hay seres inventados, ni hechizos, ni varitas. 


La magia está en los propios elementos de la naturaleza. Diría muchísimo más sobre esto, pero os acabaría spoileando el libro, así que va a ser mejor que lo deje.  

Meto por toda la cara otra pregunta que me hice mientras leía, a ver si alguien me la sabe responder ^^
Si todos los lífsandi sirven para lo mismo: ligar y curar, ¿por qué se intercambian? Entiendo que los compres si no tienes, pero intercambiarlos por otros que van a tener exactamente la misma función no tiene mucho sentido, ¿no?

Nunca había tenido en cuenta que la felicidad y la facilidad no siempre van de la mano. Nunca una sola letra había alejado tanto dos conceptos.
Otro punto a favor del libro es la protagonista. Laura es un personaje divertido, inteligente, perspicaz...Ha sufrido mucho, pero no piensa rendirse. Desde el momento en que cuenta cómo se tiñó el pelo de lila (porque, a fin de cuentas, no podría arrepentirse si no podía verlo) supe que iba a caerme bien. 

Además, tiene una ventaja muy importante: no es un personaje perfecto. No es Bosco, de El bosque de los corazones dormidos, que era guapo, amable, angelical y de todo menos real. Laura es muy real, tiene sus fallos, ha tomado malas decisiones en la vida y ha cargado con las consecuencias. No solo no es perfecta, sino que además tiene una enfermedad. 


Esa es otra cosa de la que hablar... Laia nos presenta una enfermedad poco conocida, la acromatopsia, con la que, personalmente, he aprendido a apreciar más los colores (sobre todo al ver las imágenes en blanco y negro que ponía la autora, y a sabiendas de que con colores esos paisajes serían infinitamente más bonitos).


Pero, si Laura me ha gustado como personaje, tengo que admitir que no es nada al lado de Orri y John. La relación entre los dos chicos me pareció preciosa, muy fraternal. Desde el principio, tuve muy claro que parecían un par de parabatai que se habían escapado del universo de Cassandra Clare.  

No sabría explicar por qué, pero John me caía mejor que Orri. Él también me parecía un personaje genial, bien construido, alegre, optimista, simpático, lleno de detalles, pero fue el aura misteriosa de John lo que me llamó la atención en primer lugar, y la transformación de su actitud a lo largo de la novela lo que lo convirtió en mi personaje favorito. Aún así, sigo pensando que estos dos personajes no deberían ser juzgados independientemente, sino como dos partes iguales de una unión muy fuerte que no se puede romper. 


Cuando Laura se enteró de que el aura de John estaba así porque su novia lo había dejado, sentí tal decepción que estuve a punto de soltar el libro. Simplemente, no podía ser. Después de tanta intriga, tantos capítulos que parecía que nos iban a ofrecer la respuesta pero no llegaban a hacerlo, no podía ser que la desgarradora tristeza de John fuera por una ruptura. Afortunada y desgraciadamente, luego descubrimos que no es cierto, que hay otro motivo. Y menudo motivo...



No sé cómo lo hice, porque la verdad es que no es nada evidente, pero ya desde la mitad del libro tenía la impresión de que alguno de los chicos resultaría estar muerto y ser un fantasma o algo así. Repito que no tengo ni idea de cómo lo supe, aunque cada vez estaba más convencida. Es por eso por lo que, cuando finalmente se confirmaron mis sospechas, no me sorprendí tanto como otra gente que había leído el libro. Aún así, tengo que admitir que me impactó. Orri me caía muy bien, y este secreto hizo que lo apreciara aún más. 


Las casualidades me habían llevado hasta allí, y me horrorizaba pensar que agradecía en silencio todo lo sucedido en mi pasado porque, sin ello, yo no estaría ahí.

El final del libro es agridulce. Es alegre, y triste, y esperanzador, todo a la vez. No suelo llorar con los libros, y con este tampoco lo he hecho, pero tengo que reconocer que las últimas páginas eran tan deprimentes que estuve a punto. En serio, ¿por qué la autora nos hace esto? Están los autores que nos hacen querer a un personaje y luego lo matan, y luego está Laia Soler, que nos hace querer a un personaje y nos dice que todo el tiempo ha estado muerto. 
Después de Los días que nos separan, una novela que me gustó tanto que obligué a mi madre a leerla, Heima es hogar en islandés no ha sido ninguna decepción (dadme tiempo que conseguiré que lo lea también)

Tiene una historia de amor muy bonita (que avanza al ritmo adecuado, sin surgir ni demasiado rápido ni demasiado lento), una amistad increíble entre dos personajes increíbles, fantasía que parece realidad, una denuncia al maltrato de género y un final que no puede dejar a nadie indiferente (debería bastar con decir que, de algún modo, lo veía venir y a pesar de todo me ha afectado).



Estoy bastante segura de que leeré cualquier otra cosa que la autora decida publicar, y, por supuesto, añadiré Islandia a mi lista de países que quiero visitar algún día. 
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